solitario, mira hacia la ausencia (1953)

 

UN VIENTO RECORRE LA TIERRA

Hoy baja lentamente desde el rostro del aire
la fugitiva estela de una hoja
del octubre español. El aire es ya distinto
y una ausencia de todo
vuelve sobre el silencio de la calle,
vuelve sobre la magia del oro que levanta
entre sus dedos el otoño, vuelve sobre los pasos
que van dejando una desconocida
y solitaria huella y la crónica de humo
de nuestra vida que arde en lejanía.
Hoy lentamente las hojas se retuercen
cansadas, soñolientas, oyendo el incesante
pasar del río, y todo en nuestros ojos
vuelve de nuevo a ser como en un tiempo ha sido.

¿Quién devoró la ansiedad enamorada,
quién impulsó en la calle los deseos?
Detrás de las cenizas de las tibias
orejas femeninas ¿quién encontró la muerte?
Y detrás de aquella muerte
¿quién encontró de nuevo el frenesí?
¿Quién con hachazos tiernos, con puñales suaves
cayó a la tierra amarga y femenina
para encontrar un muro sin respuesta?

No puede ser posible, pero ¿de dónde
apareció en tu boca el frenesí? ¿Quién te arrastró
por las desiertas calles, por los lechos,
quién entre las ociosas
brumas de algún otoño -que te recuerda
este presente octubre- besó tu frente
solitaria, tu juventud ya casi imperceptible?
No, no puede ser posible el tiempo;
no puede ser posible, amor, que tú te acerques
para olvidarnos anudados; no puede ser posible
que la amarilla y solitaria gloria
de tu cabello arrastre enloquecido
un ángel de ceniza; no puede ser posible
volver al frenesí que desató tus brazos;
no puede ya la lluvia estar acumulada
y asombrada entre tus ojos; no puedes con temblores
tentar mi frente y escribir en ella
la herida ardiente, la indeleble huella
del más fugaz amor; no puede ser posible
la cólera de angustia después de las partidas;
no puede ser posible querer volver; no puede
ser posible el pasado; no puede ser posible
morder en este octubre sólo un viento que escapa.
No puede ser posible.

Todos los vientos negros se esparcen por la tierra;
los amantes regresan, sus pasos no han dejado
huella en el pavimento; un huracán de sombras
-entre rojos deseos- pasa por la desnuda
tierra absorta; la cosecha de ruinas
de otoño se ha extendido; la presencia del frío
corta silencios, hace que vuelvan los recuerdos
y que, en la noche, se unan los amigos pasados
para invocar los nombres de aquellos que –vividos-
no volverán; la lluvia ha remontado
los cielos ciegos; la serpiente escondida
del deseo insaciado aguarda silenciosa;
todos los vientos negros se esparcen por la tierra;
lo que creímos nuestro era extraño y lejano.
Hasta que el tiempo muera ya nada volverá.

Ya en la distancia llevas
todo, viento incesante. Adiós en la distancia;
adiós, viento furioso, cubre de negro eterno
las casas solitarias, levanta tumbas; muerde
enamorados, polvorientos huesos;
huye cantando con voz enronquecida
por las columnas solas de la tierra desierta;
y mientras corren, corren desorientados
los ríos en otoño, adiós, viento incesante,
me iré, me iré, me iré con ellos.

No sé si he de volver.

 

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