solitario,
mira hacia la ausencia (1953)
LOS ROSTROS PERDIDOS
A Juan Lanza
En la noche desciende
sobre el rostro dormido
la marea del sueño,
las lágrimas reposan
en los ojos cerrados
y un ángel fluye tenue.
¿Dónde están,
en qué parte resuenan
las campanas lejanas;
las manos de la lluvia
dónde despiertan
ecos de cristales mojados?
¿Dónde caen
las uvas, quién recoge castañas,
en qué parte
los ríos reciben a los muertos?
Ya no están.
Un sollozo los cubre.
Alguien ha recorrido
sus cuerpos solitarios.
Un gran hueco
de cuerpos cristalinos
ha quedado en el aire;
y una ausencia angustiosa
recorre los solitarios
dormitorios, la antigua luna,
las mesas donde elevaron
el pan amargo,
el sueño que
desprendieron de sus ojos cansados,
el sonido de canciones
lejanas, el amor que perdieron
o ganaron cansados
al laso de algún cuerpo.
Viejo junio, sacude
las barbas sobre el cielo.
Mis compañeros,
los que amaron y odiaron,
los que tenían
guardado un no sé qué de olvido,
duermen bajo tu rostro,
y faltan, y ya no están.
Casi nada es un cuerpo,
pero también casi nada
es una risa, un sollozo,
un apretón de manos,
el calor de unas sienes,
la huella que ha dejado
la mano sobre el mármol,
porque el rostro de junio
ha besado las cosas,
y, entre las hojas, tiemblan
los misterios perdidos,
los fantasmas deshechos,
las viejas cosas muertas
que un día nos rodearon.
¿Por qué un
golpe de lejanía
regresa hacia mi boca,
por qué la ventana oculta
rastros de viejos rostros;
por qué en cada cara veo
un niño envejecido,
una vieja muchacha?
Suenan las campanas,
¿quién las toca en la noche?
Bajan los rostros solos,
¿qué se hicieron los ojos?
De nuevo las manzanas
caen sobre la tierra:
un viento angustiado
mueve las frutas desoladas,
pasa sobre la frente
de los dormidos solos,
azota las maderas que
duermen en los ferrocarriles.
Desde los grandes bosques
que muerden los incendios
hay algo que responde;
desde el fondo perdido
algo tiembla y sube
por el volcán furioso.
Vino y se fue el verano:
la noche, ¿dónde muere?
Vino y se fue la sombra:
el cuerpo, ¿ dónde yace?
Flotan en la corriente
los días de la tierra.
Vino y se fue el deseo:
la mano, ¿dónde besa?
Vino y se fue el olvido:
los ojos, ¿dónde miran?
Una mano de besos
vegetales recoge
vuestros cuerpos dormidos,
un estremecimiento de algas
en la efímera
vida de la espuma marina.
Y en la tarde del mar
una sombra de rocas lascivas.
Hay un algo que tiembla
detrás de las colinas.
¡Cuántas veces
el silencio se curvó en vuestros brazos
y los lirios nacieron,
regresaron un día
nutridos de vuestros
ojos, inmortales
en su hermosa brevedad!
¿Quién podrá de nuevo
tocar la mano herida
que un día levantaron?
Alguien murió
en la noche, y, por los bosques, siento
un ruido interminable
de pasos que regresan,
y un amor en cada paso,
un sonido de cuerpos anhelantes.
Dadme sólo
un sonido de vuestros cuerpos.
Dadme un poco de sueño,
un poco de vuestra angustia.
No puedo despedirme.
Quiero poner ahora
una brisa de otoño,
de rojo otoño triste,
en vuestras sienes
áureas. Quiero dejar la muerte
tendida a vuestros
pies como un viento cansado.
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