Algo sobre el arte de la poesía por Miguel Arteche Puedo
hablar de poesía, si lo hago desde mi circunstancia. Mi circunstancia
es mi arte de la poesía, que desde luego, no es el arte de la poesía.
Donde ustedes leyeron "creación poética", lean "arte de
poesía". Es el arte lo que me agota, decía Yeats, no la
inspiración. Es el arte el que permite escribir. Dejen a un lado
los posesivos que he empleado. Tomen ustedes todo lo que voy a plantear
como la visión de un poeta sobre el mundo de la poesía.
Esta es mi limitación y al mismo tiempo mí libertad, aunque
haya cosas que puedan servir, creo, a muchos poetas. Agrego algo importante.
Los físicos, que son personas que aman la poesía, dicen
que "el experimentador no sólo observa un suceso, sino que lo altera
por el mero hecho de observarlo". Un físico, Wheeler, agrega que
"debemos reemplazar el término observador por el de participante".
Agreguemos: no miramos el mundo; participamos de él. No estamos
solos. Los que creen que están solos no saben que lo que nos rodea,
valga la paradoja, somos nosotros. El microcosmos es la misma cosa que
el macrocosmos. Esto es lo que plantean los físicos, y aunque a
ustedes les parezca extraño que haya comenzado de esta manera,
esto es, más o menos, lo que ocurre al poeta. El poeta está
ligado a todos, y el poema además de ser un puente, es otro pequeño
mundo que existe porque está unido con el mundo. Esta
es la razón por la cual cuando un poeta habla de poesía
no puede sino hablar de su propia poesía. Y su propia poesía
nace de su circunstancia, la de su país, la de su lengua, la de
su concepción del mundo. Si se trata de su propia poesía,
no puede olvidar lo que ha ocurrido en la poesía chilena. No miro
a la poesía chilena desde afuera; participo de ella, en ella. Jean
Guitton, filósofo francés, al iniciar un extenso diálogo
con dos físicos rusos, Igor y Grichka Bogdanov, se hace dos preguntas
que me parecen buenas para iniciar estas reflexiones. "¿Por qué
hay algo y no más bien nada?". Pero pienso que debo hacerme otras
preguntas, o por lo menos otros poetas pueden hacérselas. ¿Para
qué y por qué se escriben líneas más largas
o más cortas, esas que se llaman versos? ¿Qué sentido tiene
todo este juego? O: ¿Por qué hay palabras llevadas en cierto orden
o traídas en aparente desorden? ¿Por qué ese Ser que nos
separa de la nada? ¿Qué habría ocurrido si no las hubiera
escrito? ¿Servían a otros o servían para mi propia vanidad?
¿Servían a otros, en un mundo en que la palabra servir se ha contaminado
con el mal uso que se hace del poder? ¿Por qué esos momentos de
iluminación son los que abren al poeta, de súbito, otros
mundos? ¿Y por qué este mundo es el nuestro, y no otro, de la inmensa
mayoría de otros mundos paralelos, como quieren algunos físicos?
Si el mundo que percibimos está seleccionado por nuestros propios
sentidos, en el poema de cada poeta ha nacido otro mundo que no tiene
que ver con el nuestro, aunque haya partido de él, del sufrimiento,
puesto que para el poeta, en su poema, todo es posible y sucede en algún
lugar. De
estas preguntas vamos a derivar a otras preguntas, porque para saber qué
es la poesía, los poetas han dado muchas respuestas. Valga, en
primer lugar, esta: tal vez sea eso que se pone en lugar de la nada. Ese
algo que está allí y que nos salva. Tal vez sea el asombro. ¿Cómo
trabaja un poeta? Mi
experiencia me dice que lo primero que tiene que hacer un poeta es rodearse
de un círculo. Algunos lo llaman "mandala", es decir, círculo
mágico. Un poeta, lo quiera o no, pasa de este mundo a otros mundos,
cuando comienza a escribir, no porque se sienta mistagogo, o un ser extraordinario,
o se crea un profeta, sino porque el círculo le permite librarse
de lo transitorio, y le permite pasar a lo permanente, lo cual no quiere
decir que se olvide de los que sufren. Algunos creen que, antes de rodearse
de este círculo, los poetas necesitan respirar ciertos vapores
que le inducirán al arrobamiento poético; y otros poetas
toman tan en serio esto de "cualquier medio", que se emborrachan, cosa
no muy difícil en Chile; o recurren a la escritura automática
de los surrealistas, que es la escritura que emplean muchos charlatanes.
No creo en medios artificiales para lograr eso que se llama "inspiración".
La "inspiración" es palabra que está desprestigiada por
los impostores. Un poeta se "inspira". El problema es que hay poetas que
sólo se "expiran" y nunca se "inspiran". ¿A
qué se parece ese olmo que se levanta en el centro del jardín
de mi casa, y que plantó mi mujer en 1964? ¿Qué hay en él
que me ha llevado a escribir? Y cuando terminé de escribir un poema,
cuyo eje es este olmo, ¿qué he visto en él que no había
visto antes? Aquí vale otra vez la palabra asombro. Este olmo se
ha transformado en un inmenso puente invisible. Como dije antes, y el
lector o auditor lo verá de esa manera. El olmo se ha bañado
con una nueva luz; se ha hecho más que olmo; pero se ha hecho así
porque, entre otras cosas, está unido a la más lejana de
las galaxias; dicho de otra manera, todo el universo se nos ha mostrado
con una nueva cara; ha resplandecido, y esto es, creo yo, la respuesta
a nuestra aparente soledad. Verlo
todo como si lo viéramos por primera vez, y verlo unido al universo,
esto parece ser, o es, la poesía. Como decía William Blake:
Estos
versos de un poeta del siglo XVIII parecen ser lo mismo que plantea la
física actual, o lo que puede decir algún poeta de nuestro
tiempo. Es decir: "Para ver un mundo en un grano de arena / y un cielo
en una flor silvestre, / sostén el Infinito en la palma de la mano
/ y la Eternidad en una hora". Esto es el acto creador de la poesía
si la entendemos desde su principio. Como se sabe, la poesía es
"hacer" y poeta es el "hacedor". Cuando el poeta inicia en el poema su
exploración, busca unir lo que nunca estuvo unido para descubrir
un mundo distinto, nuevo; y sabe que su poema será el testimonio
de esta exploración. Si
la poesía es, en primer lugar arte, no puede dejar de ser algo
que se construye. El poeta que comienza a escribir su poema debe estar
atento a que sí tiene que alejarse de lo que se llama realidad,
no puede perder contacto con ella. La llamada realidad nos asalta continuamente,
aunque sea una de las infinitas realidades. Pero, ¿qué es realidad?
Por ejemplo, ¿Qué veríamos si nuestros ojos fueran impresionados
por la luz, por los rayos cósmicos o por los rayos gamma, o por
los rayos X, o por las ondas de radar, o por las ondas de radio? Toda
la llamada realidad cambiaría. ¿Qué verían nuestros
ojos si vieran las ondas de TV? ¿Cuántas realidades hay detrás
del espectro electromagnético? Los poetas, si dispusieran de ojos
que vieran las ondas electromagnéticas, escribirían, por
ejemplo, como dice el físico William Crookes, que "el vidrio y
el cristal son cuerpos opacos; los metales serían más o
menos transparentes; un hilo telegráfico en el aire se nos aparecería
como un tubo largo y frío que atraviesa una sustancia compacta;
un dínamo en funcionamiento sería semejante a un hogar encendido;
y un imán, realizando el viejo sueño de la mística
medieval, se convertiría en una lámpara perpetua que no
necesitaría combustible". A veces, en los poemas de algunos poetas
hay atisbos de estas realidades que, vistas desde afuera, parecen sólo
metáforas. ¿Cómo escribirán los poetas en otros lugares
del Universo? Algunos provincianos creen que la Tierra es el único
planeta poblado por seres inteligentes. En 1968, como se sabe, dicho sea
de paso, se descubrió agua en el centro de la Vía Láctea,
y se ha descubierto agua en la galaxia Markman I, en la constelación
de Piscis. El problema es que nosotros sólo creemos en lo que vemos,
o pensamos que sólo existen las cosas físicas, y que las
cosas físicas son la única realidad. ¿Cuál
es la realidad observable? A ella recurre el poeta, o dicho de otro modo,
de ella parte el poeta. La realidad o las innumerables realidades para
ser más exactos. Pero el poeta es un "cazador de formas" porque
no le queda más remedio que ser eso: "venator formarum". Y en busca
de las formas escribe su poema. Aún en el más "libre" de
los poemas, suponiendo que hubiera libertad en la poesía, debe
buscar, en la exploración de la escritura del poema, la forma que
será aparentemente libre en el más interminable, por ejemplo,
de los versículos. Cazador de formas. Un poeta chino lo dice: "el
poeta es el que encierra el Cielo y la Tierra en la jaula de la Forma".
Con lo cual da la razón a Blake: todo poema es un microcosmos que
encierra un macrocosmos. En un poema, cuando es viable, se encierra todo
el Cielo y la Tierra, o por lo menos un Cielo y una Tierra, de los innumerables
Cielos y Tierras que existen. De aquí su signo interminable, y
el hecho de que sea inagotable. Por supuesto es inagotable por ser la
forma más comprimida de la materia verbal. Un poema lo encierra
todo, irradia todo: no tiene fin. Decíamos
al comenzar: no hay hombre sin circunstancia, como quería Ortega.
No hay poema sin circunstancia. Pensar otra cosa es pensar o creer que
el hombre nació por arte de birlibirloque. Una cosa es que el poema
pueda ser examinado, analizado, visto, revisto, vuelto a ver desde distintas
técnicas, y otra cosa es que el poema carezca de cordón
umbilical. Ningún poeta comienza en un punto cero; ningún
poema comienza en un punto cero, y el poeta lo sabe muy bien, salvo que
sea un mentiroso. Y otra cosa es que el poema se desprenda de su propio
cordón umbilical, entre a vivir por su propia cuenta, y desprenda,
a través de sus imágenes, la energía que necesita
para ser inagotable. Pero el poema es, repito, un pequeño mundo
que encierra un inmenso mundo; todo vale en él, hasta la última
coma, con todos sus objetos, porque un poema debe estar lleno de objetos. Para
nosotros, "objeto" es el eje o los ejes en torno a los cuales se ha de
mover el poema. Salvo el caso de Dylan Thomas, todo poema va a girar en
torno a ellos. Un poema puede contener uno o varios objetos, y el poema
fluctuará de uno o varios objetos, o simplemente girará
en torno a uno de ellos. La técnica de Thomas es otra. Como todo
objeto en el poema irradia a través de una o varias imágenes,
el poeta inglés aclara: ..........Un
poema -dice en una carta a Henry Treece- requiere:
una
multitud de imágenes porque su centro constituye una multitud de
imágenes (...) Dejo que una imagen se cree emocionalmente en mí,
y entonces aplico a ella mis facultades intelectuales y críticas;
pero después dejo que se cree otra y que ésta se oponga
a la primera; hago que la tercera imagen nacida de las otras dos forme
una cuarta imagen contradictoria, y permito que dentro de los límites
formales impuestos luchen entre sí (...) Lo que deseo poner en
claro es que la vida de cualquier poema no se mueve de un modo concéntrico
alrededor de una imagen central, sino que debe emanar del centro, debe
nacer de una imagen para morir en otra, y toda secuencia de imágenes
debe ser una secuencia de creaciones, recreaciones, destrucciones (...)
Y de este inevitable conflicto de imágenes intento ese momento
de paz que es un poema.
He
aquí una técnica que no recomiendo a un poeta que carezca
de experiencia. Se necesita toda la maestría de Thomas para lograr
ese momento de paz, según dice, que es un poema. Un poeta sin experiencia
se confundiría, como se confundiría si se moviera a través
de varios objetos, o en torno a ellos, y no lo hiciera alrededor de uno
solo. La complejidad de un poema no es cosa que brote de la confusión,
lo cual puede ocurrir si la técnica del poeta no está lo
suficientemente afinada. Muchas veces el poeta inexperto, que puede ser
joven o no, confunde la poesía del poema con la oscuridad. A veces
un poema llega oscuro; a veces llega claro. Aquí vale lo que nos
recuerda Alberti: "Poeta, por ser claro no se es mejor poeta. / Por oscuro,
poeta -no lo olvides- tampoco. / Precisión de lo claro o de lo
oscuro, / Poeta dueño, a caballo, dominante." Un
poema puede ser complejo por la presión a la que ha sido sometido
el material verbal, y no por chapucería. La técnica thomasiana
sigue al parecer algo que nos recuerda los cuantos de energía de
la física; la imagen parece como un chorro seguir a otro chorro,
es decir, a otra imagen, y anularla o hacerla desaparecer. En la otra
técnica, como hemos visto, si se tiene bien claro el objeto y no
se lo pierde, la energía que desprenden las imágenes girará
(o deberá girar) alrededor del objeto, y no se perderá.
Y salvo que nos encontremos en la escritura automática o en la
libre asociación, que no crean por sí mismas poesía
y muchas veces disparates, la energía se volcará sobre el
objeto, esto es, la energía que irradian las imágenes. Todo
el poema, por otra parte, deberá surgir como una estructura rítmica.
Creer que un poema puede funcionar como la prosa, o la mala prosa de una
crónica policial, es tomar el rábano por las hojas. Se llega
a la función poética con otros medios que no son los de
la prosa, lo cual no quiere decir que no deba entrar la prosa en el poema,
siempre que se queme en el poema. Así, a veces, roza la prosa Rilke
en una de las Elegías del Duino; Eliot la emplea con claro
propósito en La tierra baldía o en Los Cuatro
cuartetos; Dámaso Alonso la vierte en sus poemas de Hijos
de la ira. La prosa es la prosa, y el verso o la línea exigen
otro tipo de operación: de carácter litúrgico cuando
se va a entrar en el verso, como lo plantea, y con razón, Alfonso
Reyes. Obviamente, el poema no es sólo estructura rítmica,
aunque no puede por eso dejar de ser movimiento, lo cual ocurre según
donde se comience a leer el poema. Por supuesto, esto lo saben los poetas
que tienen buen oído, y no lo podrán sospechar aquellos
que saben que se interpreta el himno nacional sólo porque la gente
se pone de pie. Y por buen oído entiendo «sentido rítmico»,
además de la capacidad de saber lo que es un verso. Veamos
eso que yo llamo el signo innumerable del poema; dicho de otra manera:
que un poema -reunión de palabras en cierto orden o cosa que puede
colgar de un cuadro, según dice Heidegger -sea más que un
poema, mucho más que un poema, sea "ene" poemas con sus significados.
De aquí su encanto o su extrañeza, que las dos cosas parecen
lo mismo. Encanto porque atrae, y extrañeza porque uno nunca sabe
por qué atrae, digan lo que digan aquellos que en esta materia
se lo saben todo. El poema es inagotable; podría decir que en él
no se cumple la segunda ley de la termodinámica; el poema no camina,
no se dirige al desorden sino a un nuevo orden que en el lector o en el
auditor son muchísimos órdenes. Escribo a propósito:
"el poema", porque todo podría depender de un verso, o de parte
de un verso. Pero creo que aunque la unidad es el verso, el poema nos
da la totalidad del signo del poema. Salvo que el poema sea sólo
un verso; así en un poema brevísimo nos explica Pound cómo,
después de haber escrito varios versos, en el trabajo de corrección
quedaron estos convertidos en un verso, y dentro del verso en una sola
imagen. Todo
viene de la profundidad de los sueños si queremos dar este nombre
a eso que se llama inconsciente personal o inconsciente colectivo, dicho
en este caso a la manera de Jung. Porque el sueño puede partir
de nosotros o venir a nosotros desde regiones sobre las cuales el poeta
no tiene absolutamente ningún control. Eso no lo sabe el poeta
cuando escribe su poema. Las imágenes o los arquetipos brotan desde
los versos y sorprenden al poeta. A veces se pregunta: ¿por qué
escribí tal o cual verso y qué significa? Pero los poemas
no se "sienten" ni se "entienden"; se "sentientienden", para expresarlo
a la manera de Zubiri, el filósofo español. Es posible que
primero se "sienta" emocionalmente un poema, pero luego se lo entenderá.
Primero uno "siente" a una mujer, es decir, se enamora de ella, como si
hubiera caído un rayo; luego la entiende, y termina por sentientenderla.
Claro está que más tarde puede dejar de sentientenderla.
Pero ese es otro problema. Que
el poeta, en algunos casos, no tiene ningún control sobre el material
verbal en potencia, es cierto. De esto son ejemplos, entre otros, el Blake
de Cantos de inocencia o de Cantos de experiencia; o el
Goethe de la segunda parte de Fausto. "El proceso de la creación",
dice Jung, "consiste en la activación inconsciente de una imagen
arquetípica, y en elaborar y dar forma a esta imagen en el trabajo
terminado". El poeta puede creer que él habla cuando es otro el
que habla. La entrada del material verbal en el poema que se ha comenzado
a escribir no se le entrega como algo que está hecho o que viene
hecho, salvo casos excepcionales. El más "inspirado" de los poetas
necesita del rayo láser poético que quite las excrecencias
que trae el material del poema. Del sueño o de la profundidad de
los sueños viene el poema, aunque el poeta, repito, no lo sepa;
o del oficio, que es lo que permite al poeta terminar su poema definitivo,
no importa cuántos cabos sueltos haya anudado. De
allí, de esa profundidad, vienen las formas. El poema trae ya su
forma; llega viable con su forma; y la peor equivocación que puede
cometer el poeta es equivocar la forma, esto es, cambiar la forma que
a él venía. Muchas veces un poema escrito en forma tradicional,
y al revés. El poeta puede decir: me equivoqué; pero muchas
veces no se da cuenta de ello, y así el poema, si está escrito
en forma libre, es un ordenado caos; o, en caso contrario, es un edificio
muy rígido cuando se trata de un soneto, en el cual se nota que
el poeta sólo se ha limitado a rimar de mala manera o a conservar
los dos cuartetos y los dos terceros sin rima de ninguna especie, con
lo cual el soneto no es soneto sino, como yo lo llamo, catorceto. Tal
la forma que es también materia de los sueños, porque la
forma viene con su contenido, si es que podemos separar forma y contenido,
o sonido y sentido, salvo en aquellos poetas que son pura exterioridad.
El resto es mala retórica, o retórica en el peor sentido
de la palabra. Todo
poeta sabe que la poesía es un arte. Sin arte se pueden hacer muchas
cosas, algunas "geniales", pero siempre caóticas, y ya pasó
el tiempo en que había que poner bombas en los edificios de la
poesía para encontrar la poesía. Poner, hoy, bombas en las
ruinas es lo que hacen los insensatos o los impostores. Cualquiera que
lea un buen poema surrealista podrá comprobar, primero, que la
escritura automática no produce poesía; los surrealistas
saben que antes de lo surreal está el arte, y ninguno de ellos
ha podido prescindir de su propio arte, cualquiera que él sea.
Todo poema existe cuando existe, no antes de existir, ya que antes de
existir es poema en potencia. Eso lo sabe muy bien el poeta cuando se
sorprende de lo que acaba de escribir, pero sabe que todo eso que ha escrito
y de lo cual no es responsable lo dijo por medio de su arte. No es cierto
que haya poetas que carezcan de arte. Sólo los chapuceros alardean
de que carecen de arte. Piénsese que el surrealista quiere estar
en pleno infierno del caos, pero comienza, como se sabe, por un manifiesto.
Los surrealistas franceses necesitan un manifiesto, es decir, algo lógico;
el manifiesto de 1924 dice lógicamente que fue el surrealismo;
fertilizó la imaginación y la tierra de la poesía. En
un solo verso puede haber un mundo de poesía, y en diez mil palabras
de un poema puede, y ocurre con bastante frecuencia, no haber una sola
gota de poesía. Esto quiere decir que, como decíamos antes,
en el microcosmos del poema hay un macrocosmos. La poesía es, repito,
un arte tan complejo como la música, aunque todo arte es complejo,
a pesar de que, desde afuera, parece simple. En física la microrealidad
está hecha de macrorealidad. En las aparentes facilidades el impostor,
es decir, aquel que finge o engaña con apariencia de verdad. El
mundo está lleno de impostores, y la poesía no está
exenta de ellos. Y
ahora termino con otras palabras de Guitton, con el cual abrí estas
reflexiones. Dice Guitton:
"La taza de café que está sobre la mesa, la ropa que llevamos, ese cuadro que acabo de pintar: todos estos objetos que identificamos como parte llevan dentro de ellos la totalidad: polvos cósmicos y átomos de Dios. El infinito está en la palma de la mano de todos". |
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